Pilita Clark

Por qué siempre habrá un lugar en el trabajo para el antipático de la oficina

Por: Pilita Clark | Publicado: Martes 17 de julio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Una de las personas más difíciles con las que he trabajado era una periodista muy inteligente con una habilidad asombrosa para publicar primicias. Nos sentábamos juntas cuando éramos periodistas novatas, en una oficina donde ella me volvía loca. Contestaba mi teléfono cuando no estaba e instaba a mis contactos a hablar con ella en lugar de hablar conmigo. Fabricaba misiles de lo que estuviera en su escritorio y se los lanzaba a nuestros colegas cuando estaban tratando de cumplir con el cierre. Era brillante cuando se trataba de involucrarse en historias sobre noticias que no tenían nada que ver con el trabajo que se le había asignado. Y aunque podía ser amable y generosa, nos volvimos tan patéticamente competitivas que nuestro jefe nos llamaba las "gemelas dorsales".

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Pensé en ella hace unos días cuando leí una reseña de un nuevo libro sobre el banco Barclays y sus muchos jefes, entre los que destaca Bob Diamond. Se retiró después de que Barclays fue multado por manipular las tasas de préstamos interbancarios y alguna vez fue descrito como el rostro inaceptable de la banca.

Pero también era un gran defensor de la política de no tolerancia de los antipáticos: los empleados que no se comportaban como parte del equipo tenían que cambiar o marcharse, sin importar cuán talentosos fueran.

Todavía recuerdo que le dijo a periodistas en 2011 que había despedido a más de 30 delincuentes, lo que me hizo pensar en cuán maravillosamente diferente podría haber sido mi vida en mi antiguo trabajo.

Por desgracia, la política tenía límites. Unos años más tarde, un exbanquero de Barclays involucrado en el escándalo de manipulación le dijo a un tribunal que su gerente solía golpearlo en la cabeza con un bate de béisbol de 12 pulgadas y una vez lo hizo pararse en una silla en el piso de operaciones cuando no pudo nombrar la capital de las Filipinas.

Aún así, ahora se acepta ampliamente que Robert Sutton, un profesor de la Universidad de Stanford, tenía razón cuando escribió en su libro de 2007, "The No Asshole", que los trabajadores desagradables a menudo traen más problemas que beneficios. Netflix ha dicho durante años que no tolerará "a brillantes antipáticos", porque el desgaste que provocan en el trabajo en equipo es demasiado alto. El empresario Michael Liebreich insistió en una "zona libre de estúpidos" cuando creó el equipo de investigación de New Energy Finance que luego le vendió a Bloomberg. Incluso Tim Geithner, exsecretario del Departamento del Tesoro de EEUU, implementó una regla de "No pavos reales, no idiotas, no llorones".

Estoy a favor de esto. También me complace cada vez que personas como Adam Grant, profesor de gestión y psicología de Wharton, ofrecen pruebas de que las personas agradables y desinteresadas suelen ascender a la cima de sus campos. Sin embargo, dudo que el mundo laboral se deshaga completamente de las personas antipáticas y, en algunos casos, ni siquiera estoy segura de que deba hacerlo.

Mientras escribo, me distraen las notificaciones de un dispositivo de una compañía que hace tiempo estuvo bajo el mando de Steve Jobs, un cretino con medalla de oro. Es difícil determinar si el último jefe de Apple pudo lanzar el iPhone porque era un hostigador terrible, o a pesar de ello. Pero el hecho es que lo hizo.

Me gusta pensar que Jobs fue un caso atípico. Sin embargo, existe gran evidencia de que las personas desagradables, especialmente los hombres, tienen más éxito en el trabajo y reciben sueldos más altos. Ésa es una de las razones por las que no creo que desaparezcan de las oficinas en el corto plazo, ya que a menudo terminan dirigiendo todo. Además de eso, como sugiere el caso de Barclays, las personas desagradables son difíciles de detectar y erradicar en las grandes empresas, sin importar lo que digan los altos ejecutivos.

Finalmente, me pregunto si los empleados desagradables siempre son iguales. En mi experiencia, muchas de las personas engañosas en el trabajo pertenecen a un subconjunto de colegas antipáticos que el exentrenador de rugby de Inglaterra, Sir Clive Woodward, ha denominado como "extractores de energía", personas cuya negatividad agota a quienes los rodean. Sin embargo, estos también son algunos de mis colegas favoritos. A menudo son los únicos dispuestos a señalar defectos obvios en la oficina. Sospecho que la descripción se ajusta a muchos denunciantes. A veces, sólo son personas agradables que han pasado por un mal momento en su hogar o que fueron promovidas a un cargo administrativo sin capacitación. En otras palabras, su personalidad no es el problema.

"Esto dificulta la implementación de una política de no contratar a personas desagradables o problemáticas", dice Andrew Parker, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de Exeter.

Creo que tiene razón, aunque esto no ayuda a nadie que trabaje con una persona difícil. Sospecho que muchos harán lo yo hice cuando era joven: cambiarme discretamente de oficina.

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